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Mensaje a Ankara |
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| Comparado con el desastre en el que están metidos muchos países ricos, la mayoría de las economías emergentes parecen estar en muy buenas condiciones. Sin lugar a dudas, muchas vieron disminuir considerablemente su tasa de crecimiento el año pasado. Y mientras los temores acerca del futuro del euro se intensificaban, algunas monedas y mercados accionarios caían en picada. Pero aparte de los lugares más pobres que de forma habitual dependen de la ayuda subsidiada del FMI, sólo un puñado de economías emergentes, principalmente en Europa Oriental, tuvo que recurrir a ella para obtener fondos.
La resistencia es impresionante. Pero sería un error asumir que durará por siempre. Aunque los inversionistas del mundo rico retornen a los fondos de mercados emergentes, una rápida mirada a las estadísticas vitales de estos países sugiere que muchos lugares tengan uno que otro problema. India tiene un gran déficit presupuestario. Muchas naciones, desde Venezuela hasta Vietnam, tienen una inflación de dos dígitos. Sudáfrica posee un déficit considerable de cuenta corriente. Pero basado en las señales comunes sobre la advertencia de problemas –desde un rápido crecimiento en el crédito y una alta inflación hasta un gran déficit externo– un país sobresale. Ésta es Turquía.
Durante la última década, Turquía ha disfrutado de un auge espectacular, impulsado por un igualmente espectacular endeudamiento externo. La economía creció en un 8,5% el año pasado, impulsada por el crédito que hasta cierto punto estaba surgiendo a un ritmo anual de más del 40%. Los extranjeros prestaron la mayoría del dinero. El déficit de cuenta corriente excedió el 10% del PIB, más del doble que cualquiera de los mercados emergentes regularmente rastreados por The Economist.
Este crecimiento turboalimentado disminuyó dramáticamente a finales del año pasado, mientras los temores de los inversionistas y una precipitada caída en la lira turca obligaban al banco central a restringir las políticas monetarias. Las cifras reveladas a comienzos de abril mostraron que el crecimiento anual del PIB disminuyó a un 5,2% en el cuarto trimestre fiscal de 2011, y la evidencia inicial sugiere que habrá una mayor desaceleración este año. Desafortunadamente, los desequilibrios permanecen. Incluso con un crecimiento mucho más lento, la inflación está por encima del 10% y probablemente el déficit de cuenta corriente permanezca en alrededor del 8% del PIB. Con una poca inversión extranjera directa, la mayoría de ese déficit necesitará ser financiado mediante unos bonos y una banca financiera poco confiables. Turquía, en resumidas cuentas, no sólo se ha sobrecalentado. Tiene un problema creciente de competitividad y una adicción peligrosa a los tipos más riesgosos de capital extranjero.
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Este es el resumen del artículo "Mensaje a Ankara" publicado en Abril 07, 2012 en la revista The Economist.
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