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El revés de Brasil |
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| Hasta hace poco, los BRICS eran considerados las potencias con mayor crecimiento a nivel mundial; no obstante, mucho ha cambiado desde entonces: Rusia es vista como un petro-estado corrupto; India, como la cuna de los trámites burocráticos, y China, como una muestra del desacelero económico. Hasta Sudáfrica, que formaba la “S” del grupo, cuenta con una economía lenta y rígida, que la deja muy por detrás de las otras gacelas.
En cuanto a Brasil, se han levantado muchas críticas sobre el enfriamiento de su galopante economía debido a su costoso estado de bienestar y la fuerte dependencia del país a las exportaciones de commodities. Por otra parte, algunos funcionarios alegaron haberse visto obligados a reducir el ritmo de crecimiento de su economía para darle un freno a su reevaluada moneda y a sus astronómicas tasas de interés. Con este panorama sombrío, parece poco factible alcanzar una expectativa de crecimiento de 4,5% en este año. Sin embargo, muchos analistas creen que las críticas no se ajustan mucho a la realidad, pues 1) la tasa de desempleo es baja, 2) los salarios van en aumento, 3) la inversión de capital directo entra a caudales (us$ 67 mil millones en 2011, todo un récord), 4) el país cuenta con un sector agrícola y petrolero altamente productivo, además de un estado de derecho envidiado por Rusia, Chino e incluso India. Gracias a estos buenos indicadores y a la mayor fortaleza del país, la democracia, causante de una continuidad política y una estabilidad económica, varios economistas ven muy probable que Brasil crezca en aproximadamente un 3,5% sin llegar a disparar la tasa de inflación.
Por el contrario, otros no ven este escenario tan sencillo, pues algunas de las fuentes para el rápido crecimiento se han agotado; los términos comerciales del país ya no son tan flexibles como lo eran antes para saciar el voraz apetito de China por los commodities. A su vez, la fuerza laboral brasileña y el crédito local no aumentarán tan rápidamente, pues el endeudamiento empieza a ser un problema.
Por una parte, Brasil se ha convertido en un país costoso para hacer negocios debido al alto valor de su moneda, la excesiva regulación y los altos costes del transporte. No obstante, el gobierno es el responsable de esto, ya que ha elevado la carga fiscal de 22% del PIB en 1988 hasta un 36% en la actualidad, con poca reorientación de este dinero a las clases pobres. El Estado, por otra parte, ha empezado a poner obstáculos a las empresas operativas en el país. Para ello, ha aprobado una ley en la que exige que un 65% de los equipos para la industria petrolera de aguas profundas sean fabricados localmente, lo que hará más lenta y costosa la explotación de nuevos campos petrolíferos.
Ante este panorama, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, pretende hacer frente a esta problemática a través de estas medidas: 1) eliminar el déficit fiscal, 2) recortar los impuestos a industrias favorecidas, 3) invitar a inversores privados, 4) atacar el oligopolio bancario en el país. No obstante, sus esfuerzos parecen muy tímidos aún, lo que podría ahuyentar a los inversores a mercados con mayor crecimiento en Latinoamérica, tales como Perú, Colombia y tal vez México.
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Este es el resumen del artículo "El revés de Brasil" publicado en Mayo 19, 2012 en la revista The Economist.
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