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Nueva cara, viejo partido |
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| Esta fue la historia de México por siete décadas. El poder permaneció dentro del Partido Institucional Revolucionario (PRI), y dentro de lo que su fundador, Plutarco Elías Calles, denominó la “familia revolucionaria”. Menos sangre fue derramada en el camino a la democracia que en muchos países de América Latina, pero fue en un plazo más largo. Hasta 1989 el PRI dominó todos los 31 estados de la nación. Luego transcurrieron otros 8 años antes de que éste cediera su mayoría en el Congreso. Solamente en el año 2000 pudo al fin ser erradicado de Los Pinos, la residencia presidencial de México.
Este año el partido ha recuperado el poder. Enrique Peña Nieto, el hombre de Atlacomulco cuyo nuevo rostro oculta profundas raíces en las viejas redes del poder, venció a sus rivales en las elecciones presidenciales del 1 de julio y con él además el PRI ganó una mayoría en el Senado y en la Cámara de Diputados.
La campaña del PRI ha estado desarrollándose por años. Perder las elecciones presidenciales en 2000 lo dejó sin un líder, lo que tuvo como consecuencia unas luchas internas fatales. El partido culminó en un distante tercer puesto en las elecciones de 2006. Éste aprendió su lección y ha cerrado filas alrededor del Sr. Peña sin ninguna onda visible de discrepancia. La plataforma de lanzamiento de su candidatura fue su período en la gobernación del Estado de México, el cual con casi 15 millones de habitantes es tan poblado como Chile y tiene un presupuesto de 166 mil millones de pesos (US$ 12 mil millones). Su gobierno allí fue “concebido como una demostración para su candidatura presidencial”, dice Luis Rubio del CIDAC, un comité asesor de Ciudad de México. Su candidatura presidencial ha imitado su campaña para gobernador, la del candidato firmando promesas ante un notario público para completar proyectos pequeños pero visibles: una autopista en Michoacán, drenajes en Tamaulipas y así sucesivamente. Su organización ha sido “espectacular”, según admite un asesor de un candidato rival.
El Sr. Peña no es un intelectual y fue desestimado por muchos como un peleador de peso ligero. Pero él se ha probado a sí mismo ser un político astuto con poder de permanencia. Este año él apenas se tambaleó una vez, cuando interrumpió en la Universidad Iberoamericana de México a mediados de mayo. Él huyó, calificando a los estudiantes como títeres de su oponente de izquierda, Andrés Manuel López Obrador. Algunos de éstos lo eran, pero otros no. A esto le siguieron grandes marchas en contra del Sr. Peña y sus lazos con Televisa, la televisora dominante de México.
Para los críticos del PRI, 12 años en la selva parecen pocos para compensar décadas de autoritarismo. Algunos hablan de un escenario tipo “Putin”, en el cual la vieja guardia del partido neutraliza la democracia y reprime a la prensa –e incluso negocia con el narcotráfico. Los “dinosaurios” del PRI, así como se le conoce a su vieja guardia, no están extintos. En investigaciones convenientemente hechas con tiempo, fiscales federales han acusado recientemente a muchos líderes del PRI de serios crímenes. Tomás Yarrington, un antiguo gobernador del estado fronterizo de Tamaulipas, es acusado de aceptar sobornos de narcotraficantes. Humberto Moreira renunció como presidente del partido el año pasado por un escándalo de deuda. Ambos hombres niegan haber cometido tales crímenes.
Por otro lado, las instituciones democráticas se encuentran además más fuertes desde que el PRI las abandonara en el año 2000. “No sé si el PRI haya cambiado, pero el país y el mundo sí lo han hecho”, dice Jorge Castañeda, un ministro de Relaciones Exteriores bajo el mandato de Vicente Fox. El poder ha sido drenado desde la presidencia hasta las gobernaciones, quienes controlan alrededor de un tercio del gasto público. Ellas también tienen influencias en el Congreso. ¿Responderán los legisladores al presidente o a su gobernador local? Ciertamente el Sr. Peña no tendría el poder del Sr. Carlos Salinas, quien mandara a retirar a 17 gobernadores en sus seis años de gobierno desde 1988 hasta 1994.
El PRI también necesitaría de protección política para aprobar algunas medidas impopulares, tales como una reforma fiscal, tenga la mayoría o no. Muchas de las grandes reformas necesitan de enmiendas constitucionales, así como una mayoría de dos tercios, tal como lo necesitan los nombramientos para la Corte Suprema (por parte del Senado). Y muchos de los compromisos más importantes de México son de carácter internacional: un 80% de las exportaciones van a EUA vía el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual le ha restringido el espacio a los presidentes para que efectuaran maniobras desde antes de la era democrática.
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Este es el resumen del artículo "Nueva cara, viejo partido" publicado en Julio 23, 2012 en la revista The Economist.
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