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El éxito brasileño da señales de cansancio



Revista: Knowledge @ Wharton
Tema: Finanzas
Fecha: Julio 24, 2012
Los opositores del ex presidente Lula da Silva, que lo criticaron cuando predijo que la profunda crisis financiera que asolaba a Europa y EUA no afectaría mucho a Brasil, reconocieron su clarividencia económica cuando el país creció 7,5% en 2010 y un generoso flujo de capital extranjero llegó a invertir en una economía impulsada por 30 millones de nuevos consumidores rescatados de la pobreza. Hoy, Brasil disfruta de un índice récord de confianza del consumidor respaldado por un casi pleno empleo y ganancias reales de salario a ritmo acelerado. Se han encontrado mayores reservas de petróleo y muchas ciudades están en obras para la Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Pero en los últimos meses, su historia de éxito ha perdido un poco de brillo. En 2011, el PIB solo creció un 2,5% y la moneda se sobrevaluó, afectando a los exportadores, mientras las tasas de interés frenaban el crecimiento de las empresas locales. El Gobierno culpa de ello a la profundización de la crisis en la UE, mientras otros ven con nerviosismo el lento crecimiento económico de China, segundo mayor destino de las exportaciones brasileñas.

Aunque el boom de los productos básicos ayudó, el éxito del país fue fruto de esfuerzos valientes hechos con el objetivo de salir de las ruinas de la crisis de la deuda y de la hiperinflación de los 90. El Plan Real, las metas de inflación y la Ley de Responsabilidad Fiscal fueron permitiendo que Brasil alcanzara su mayor equilibrio financiero en décadas, que hubiera dinero para distribuir a los pobres, y dio confianza a los bancos para aumentar la oferta de créditos para la mayoría. Ahora ese boom impulsado por el consumo ha producido en el país cuellos de botella derivados de décadas de poca inversión. Las carreteras están repletas de coches nuevos; los pocos puertos, siempre abarrotados de flotas de camiones que no tienen dónde descargar sus productos de exportación y las empresas deben recurrir a personas con una formación universitaria precaria por un sistema educacional deficitario. Todo eso encarece el famoso "coste Brasil" (precio pagado por hacer negocios en el país), más aún con un sistema tributario bizantino, un sistema judicial deficiente y leyes laborales anticuadas.

Para algunos, la situación macro del país, en general positiva, enmascara la necesidad de reformas para un desarrollo a largo plazo. En su campaña, la actual presidenta Dilma Rousseff descartó emprender reformas estructurales dolorosas para mantener al país creciendo, y aún su equipo económico se empeña en combatir la desaceleración económica con las mismas armas que en la crisis de 2008, aumentando el crédito para el consumidor y las empresas. Eso ha generado rumores de que en el país se estaría gestando una crisis propia de crédito subprime, ya que la nueva clase media baja [clase C] estaría adquiriendo demasiadas deudas para la adquisición del primer automóvil y aparatos domésticos. Para otros, el modelo de crecimiento basado en el crédito en Brasil ha perdido fuerza, pero no está agotado, pues muchas familias tienen una necesidad enorme de bienes de consumo. Los esfuerzos del Gobierno para ampliarlo en el mercado interno han exigido una ofensiva contra los altos tipos de interés del país, que continúan siendo bastante elevados.

Para muchos, el Gobierno está poniendo parches a un modelo de crecimiento cada vez más agotado. Problemas como el cuello de botella de la infraestructura, la fuerza de trabajo con educación precaria y el coste elevado de hacer negocios exigen la reforma de un sector público altamente deficitario, que regula y tributa en exceso, y gasta demasiado, y mal, ocupando el espacio del sector privado. Pero el Congreso brasileño no está interesado en reformas, que requerirían la movilización pública de la sociedad civil, lo que lleva tiempo y esfuerzo. Pero si no hace frente a los problemas, Brasil corre de nuevo el riesgo de perder el tren del desarrollo. El país usa sus ventajas naturales para evitar la recesión, pero falla al no alcanzar las tasas de crecimiento necesarias para elevar la renta al nivel de los países desarrollados. No obstante, los analistas creen que Brasil no caerá en recesión en los próximos 2-5 años a menos que alguna cosa realmente catastrófica suceda en Europa, aunque tampoco tendrá un alto crecimiento.




Este es el resumen del artículo "El éxito brasileño da señales de cansancio" publicado en Julio 24, 2012 en la revista Knowledge @ Wharton.

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