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Davos en el río Neva | 
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| Este año el Forum Económico Internacional de San Petersburgo (SPIEF), a 16 años de su fundación, atrajo a los jefes de gigantes globales como Goldman Sachs y McKinsey, y a todo el que es alguien en el negocio de la energía, y en él Vladimir Putin dijo su primer gran discurso sobre la economía desde que volvió a la presidencia. Muchas cosas les fueron familiares a los habituales del Forum Económico Mundial en Davos, pero había bastante más cosas diferentes. Los gigantes de Rusia como Gazprom y Sberbank se destacaron por sobre los demás y se llegó a acuerdos por alrededor de US$ 11 mil millones. Pero el hombre de SPIEF es mucho más ambivalente en relación a los pilares necesarios para la construcción del capitalismo global que el hombre de Davos.
Los delegados rusos fueron muy ambiguos acerca de la libre empresa. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que Rusia es demasiado dependiente del sector energético, y en que necesita más empresarios que detonen la innovación e "inyecten combustible" a la creación de compañías. Pero en cuanto se comenzó a debatir sobre las empresas, las dudas empezaron a amontonarse. Las 30 mayores compañías del país representan más del 40% del PIB. La encuesta anual del Banco Mundial sobre la facilidad de crear empresas clasifica a Rusia como el 120 a nivel mundial. Toma dos años e innumerables procedimientos burocráticos solo obtener permiso para construir un almacén (cada paso dando lugar a un chance burocrático de obtener un soborno). Además, los rusos ven con suspicacia a la gente rica y exitosa y más de un millón de jóvenes han abandonado el país en la pasada década, buscando otro lugar para hacer negocios.
Los delegados fueron ambivalentes sobre Occidente. Una legión de relacionistas públicos alardeó de que Skolkovo, un complejo científico en construcción en las afueras de Moscú, es el próximo Silicon Valley de Rusia, y los empresarios finlandeses fueron tratados con asombro. Pero EUA fue desechado como una aldea Potemkin alimentada por las deudas y Europa fue comparada con la Rusia en los 80, estrangulada por el gobierno y capaz de tomar solo dos tipos de decisiones: equivocadas y hostiles. Los delegados fueron igualmente ambivalentes acerca de las reformas políticas. En privado mucha gente de negocios admitió sentirse turbada por el retorno de Putin a la presidencia, pero cuando este apareció para decir su discurso, todos los delegados, incluyendo a los occidentales, se convirtieron en aduladores babeantes.
Putin argumentó que en el país no había capitalismo de Estado y la gente de negocios rusa habló sobre sus compañías como si fueran casi iguales a las Occidentales, pero todas las tiendas hospitalarias ostentaban los nombres de gigantes controlados por el Estado y un gran número de empresarios presentes le debían su éxito a sus conexiones con el Kremlin. Putin habló sobre hacer a Rusia más amigable para los negocios, pero bajo su mandato los gigantes respaldados por el Estado han reforzado su control, y ese mismo día hizo esperar a los presidentes de cuatro compañías energéticas occidentales por tres horas, en un vestíbulo oscuro y sin asientos. El costo de no poner en práctica esas promesas (simplificar las regulaciones, eliminar la corrupción y privatizar algunos gigantes estatales), sería la inestabilidad política y el estancamiento económico.
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Este es el resumen del artículo "Davos en el río Neva" publicado en Junio 30, 2012 en la revista The Economist.
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