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Alimentos y agricultura en el siglo 21: repensando nuestros paradigmas |
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| A principios de los 40, la Revolución Verde impulsó la productividad agrícola y cambio el modo de supervivencia de millones de vidas. Superando ese adelanto, ahora se vislumbra la Nueva Revolución Verde, que indica que los biotecnólogos permitirán a los humanos controlar todas las formas de vida, incluyendo plantas y animales. Esto le daría tanto empuje a la productividad, que podrían satisfacerse las necesidades de la población mundial.
Los ingenieros genéticos podrían hacer durar más a las plantas, lo que las convertiría en perennes y reduciría los tiempos de siembra, bajaría los precios de las semillas y haría que los agricultores se concentraran en las variedades que han probado ser más productivas. Pero aún estos adelantos palidecen ante las promesas de la biotecnología.
Las cosechas logradas genéticamente lograrían su punto máximo en el 2020, cuando las mayores extensiones de tierra se dediquen a los cultivos genéticamente modificados más que a los cultivos naturales. Para fines de este siglo, se estima que el 100% de las cosechas podría ser producto de la biotecnología. Los gobiernos no tendrían que proveer subsidios ni beneficios especiales a ningún eslabón de la cadena de consumo. El único problema de este escenario es el actual rechazo público a los alimentos genéticamente modificados. Este se espera que aminore para el 2030 si antes no es impulsado por algunas políticas públicas.
El negocio de la agricultura es más extenso de lo que se cree, no sólo se trata de las actividades directamente asociadas, sino de otras como la fabricación de equipos usados para procesar alimentos, imprimir empaques y tantas otras, sin contar productos de cuero, aplicaciones para cocinar, utensilios, fertilizantes, mobiliario hecho de fibras naturales, bebidas alcohólicas y tabaco, entre tantas. Por otra parte está también el sector dedicado al entretenimiento (restaurantes, hoteles, bares, etc) que adquirirá importancia económica en Estados Unidos para el 2015. Para el 2000 muchos consumidores comenzaron a gastar más del 50% de su presupuesto para comida fuera del hogar, y se espera que esa cifra crezca. Por ende, los cambios en la provisión de alimentos podrían también modificar este negocio (el gobierno podría ejercer autoridad para controlar y abaratar los precios de los servicios relacionados con alimentos).
Estados Unidos se ha caracterizado por su sobre producción de alimentos en la lucha por convertirse en un país autoabastecido. Sus exportaciones alcanzaron US$ 55 mil millones en el 2001 y es el mayor vendedor de trigo, maíz y soya al resto del mundo. La pregunta clave es si los contribuyentes de este país asumirían la responsabilidad de compartir la abundancia de la agricultura con los menos favorecidos, tanto local como globalmente. Nuevamente la intervención del gobierno constituiría el principal motor de este esfuerzo de redistribución.
En cuanto a los recursos naturales y sus implicaciones, el agua dominará las agendas en las décadas que vendrán. Ya muchos anticipan que las guerras venideras serán en torno a este recurso. Por otra parte así como los sistemas de transportación rápida se hagan más comunes, las poblaciones se diseminarán más geográficamente. Se desvanecerá la necesidad de la tierra dedicada a la agricultura. La acuicultura también tiene un futuro promisorio, por lo que esta práctica también debería incluirse en el nuevo paradigma. Ya los biotécnicos apuntan a acabar con la escasez de productos del mar pese a las continuas críticas sobre la alteración genética. Recientes descubrimientos en clonación han hecho que los investigadores puedan replicar la carne de pescado en bioreactores.
La revolución también llega a otras áreas. Las bacterias alimentadas de algunos granos pueden ser cultivadas para producir plástico. El azúcar de caña está entre los componentes de un combustible para maquinarias de combustión interna. La producción farmacéutica también se valdrá de la genética para crear órganos compatibles con humanos a partir de animales genéticamente intervenidos.
Todas estas posibilidades forman parte del futuro, las cuales con el paso del tiempo terminarán aceptándose. Como el expresidente Carter una vez dijo: “La biotecnología responsable no es el enemigo, el hambre sí”.
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Este es el resumen del artículo "Alimentos y agricultura en el siglo 21: repensando nuestros paradigmas" publicado en Sep-Oct 2003 en la revista The Futurist.
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