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Lecciones japonesas |
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| Hace cinco años, las cosas parecían ser color de rosa. Durante la primera semana de agosto de 2007, los pronósticos de inversionistas y de los principales bancos centrales señalaban unas tasas de crecimiento del 2 y 3% en EUA y Europa. Pero el 9 de agosto del mismo año todo cambió. Un banco francés, BNP Paribas, anunciaba pérdidas sobre las inversiones de hipotecas subprime. El mismo día, el Banco Central de Europa (BCE) fue obligado a inyectar 95 mil millones de euros (US$ 130 mil millones para aquel entonces) en liquidez de emergencia. La crisis había comenzado.
Durante el primer año, los legisladores y parlamentarios se fijaron en Japón como guía, o mejor dicho como una advertencia. La burbuja de deuda de Japón había causado una “década perdida” desde 1991 hasta 2001. Los analistas comúnmente sacaron de esto tres lecciones. Para evitar un estancamiento al estilo japonés era vital, en primer lugar, actuar de forma rápida; en segundo lugar, limpiar los balances generales maltrechos; y, en tercer lugar, proporcionar un estímulo económico audaz. Si se toma a Japón como norma, EUA e Inglaterra tienen un récord mixto. El área euro pareciera como si pudiera convertirse en japonesa.
A las deudas les llevó años acumularse. Tome por ejemplo a los consumidores estadounidenses. La deuda se encontraba en alrededor del 70% del PIB en el año 2000, y creció en alrededor de 4 puntos porcentuales al año para llegar cerca del 100% del PIB para el año 2007. Lo mismo fue para los bancos y gobiernos europeos: las deudas crecieron demasiado pero de manera estable. No fue difícil reconocer la formación de montañas de deuda.
La crisis hizo erupción con la comprensión de que las exposiciones a las subprimes fueron extensas. Muchos activos valían menos en el mercado que por lo que habían sido adquiridos. Las deudas comenzaron a parecer insostenibles y las tasas de interés se elevaron. Esto significó que los gobiernos, consumidores y bancos, tras acumular deudas lentamente, de pronto se enfrentaban a costes mucho más altos, mientras las deudas vencían y eran forzadas a refinanciarse a tasas más altas. La reacción fue rápida. Para finales de 2008, la Reserva Federal de EUA, el BCE y el Banco de Inglaterra habían reducido las tasas de interés oficiales. Su objetivo era el de compensar la subida en costes por deuda a la que se enfrentaban empresas y consumidores. Los recortes se efectuaron de manera rápida por normas japonesas. Parecía que se había aprendido la primera lección.
Los precios en baja de los activos significaron que muchos bancos y compañías tenían deudas que sobrepasaban sus activos. La experiencia japonesa demostró que la próxima misión era la de lidiar con estos balances generales maltrechos. Existen tres opciones principales: renegociar la deuda, levantar capital o irse a la bancarrota. Mientras caían los valores de los activos, la deuda mantenía su valor fijo. Eso quiso decir que el valor del capital, amortiguador de los balances generales, tuvo que caer. Así que aunque la deuda causara el problema, el capital sufría los dolores. Un índice del Dow Jones de capital bancario se encuentra abajo en más del 60% desde 2007, según el Deutsche Bank. Algunos precios accionarios de los bancos se encuentran abajo en más de un 95%. En muchos de los casos, las amortiguaciones de deuda eran muy pequeñas, así que los gobiernos intervinieron tomando participaciones de capital en los bancos. Tanto el gobierno de EUA como los de Europa respaldaron sus sectores financieros. Los balances generales fueron reparados. Parecía que la segunda lección de Japón había sido aprendida también.
La tercera lección consistió en buscar un estímulo fuerte: dentro de una economía en crecimiento, una gran deuda no necesitaba ser un problema. Tome por ejemplo las finanzas de un grupo familiar. Una gran hipoteca está bien mientras los ingresos de los sostenes de familia sean suficientes para pagar los intereses y dejar algo de sobra. La inflación ayuda también mientras las deudas sean fijadas en sus valores históricos, aunque los sueldos deberían elevarse con la inflación. Siguiendo el ejemplo de Japón, los bancos centrales pusieron en práctica la “flexibilización cuantitativa”, comprando bonos por efectivo recientemente creado. El objetivo de esto es elevar el precio de los bonos, bajando los rendimientos y convirtiendo la deuda en manejable. Los programas de flexibilización cuantitativa han sido más audaces que los de Japón y los rendimientos de los bonos han caído efectivamente.
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Este es el resumen del artículo "Lecciones japonesas" publicado en Agosto 04, 2012 en la revista The Economist.
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