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El momento de la verdad para Dilma |
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| Durante la década pasada, Brasil disfrutó de un rápido crecimiento económico dada 1) la alta demanda china por mineral de hierro, soya y petróleo, 2) los buenos salarios de sus ciudadanos, y 3) la mayor oferta crediticia, que catapultó el poder adquisitivo de decenas de millones de brasileños. Tras el recorte en las tasas de interés (una política adoptada para debilitar un real revaluado, ofrecer descansos fiscales y préstamos económicos a sectores favorecidos), las estimaciones apuntaban a que el PIB crecería en un 4,5% el próximo año.
Cuando la crisis financiera mundial se desató en 2008, el gobierno brasileño pudo recuperarse rápidamente gracias a la estimulación de la demanda; no obstante, el efecto de crecimiento fue mermando poco a poco debido al desacelero económico mundial y a la acumulación de deudas por parte de los brasileños.
Todo este escenario empezó a hacer de Brasil un país altamente costoso para invertir y fabricar, pues los salarios aumentaron sin tomar en cuenta el estancamiento de la productividad. A su vez, lo pobre infraestructura del pasado comenzaron a generar costes a las empresas, lo que complicaba aún más situación. Como si esto no fuera suficiente, la expansión desmedida del Estado también trajo consigo efectos negativos para la economía brasileña, ya que los impuestos abarcaban un 36% del PIB, pero muy poca parte de estos eran retribuidos a la sociedad. Si bien la inversión pública había aumentado, lo cierto es que los servicios públicos continuaban siendo lamentables.
Ante esta problemática, el gobierno brasileño necesita adoptar políticas que hagan frente al alto coste del suministro, y Dilma Rousseff, la sucesora de Lula, parece estar al tanto de esto; de allí que sus esfuerzos están orientados a reducir los costes a través de una devaluación de la moneda y un descenso en las tasas de interés. Por ahora, esto no ha provocado aún un aumento en la inflación, lo cual muchos temen, aunque el estado de este indicador es muy volátil.
Ahora, hay señales de que Rousseff está preparada para tomar medidas más arriesgadas, tales como 1) atraer empresas privadas para invertir en proyectos viales, portuarios y de ferrocarriles, 2) reducir los impuestos en la electricidad, 3) aplicar un recorte en la retención tributaria sobre los salarios a todas las industrias. Para no aumentar el déficit presupuestario, es esencial que el gobierno ponga un freno al gasto público. Además, el gobierno debe reestructurar el sistema de pensiones, que abarca buena parte del presupuesto federal. Para ello, Rousseff tiene que abolir las absurdas medidas de jubilación que dan acceso a la mayoría de los trabajadores a cobrar la pensión a la edad de 50 años.
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Este es el resumen del artículo "El momento de la verdad para Dilma" publicado en Agosto 18, 2012 en la revista The Economist.
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